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lunes, 11 de julio de 2011

La Sierra de Maimón


El Maimón de la sierra

La palabra maimón es un vocablo de origen semítico, y se encuentra tanto en hebreo (מימון) como en árabe (ميمون) con el significado de suerte, fortuna o tesoro.
Tal tesoro sigue presente en esta sierra, a pesar de las transformaciones y agresiones que ha sufrido tras miles de años de presencia humana en sus laderas.

El entorno

En la zona meridional de la Sierra de las Estancias, enmarcada por los profundos surcos de las ramblas, la Sierra de Maimón se yergue abruptamente como una pared verdosa que contrasta con el color ocre del terreno bajo que la antecede. Es éste un terreno kárstico, de cuevas ocultas, profundos barrancos y fuertes desniveles.
Sus cimas redondeadas se elevan más de 600 m. sobre al valle (superando los 1.000 m.s.n.m.), destacan los Corzos al noroeste –que marca el límite entre Urrácal, Campillo de Purchena, Oria y Olula–, el Collado del Aire al norte, el Quemado al este, el Tesoro en el extremo sureste y el Almirez al sur, con su característica forma cónica. El límite occidental lo marca el trazado del profundo cañón de la Cerrada, espectacular formación que requiere un artículo aparte.
Sorprende al llegar a sus cimas la densa masa forestal que cubre el terreno, remontando desde el fondo de los barrancos hasta las suaves cimas, dejando libre sólo el curso del camino.
Color verde y olor a pino. Es lo primero que llama la atención y lo que da conciencia de estar abandonando el paisaje semiárido del valle para internarse en otro mundo. Poco a poco reconocemos otros aromas: romero, espliego, tomillo. En un espacio tan poco concurrido, no es difícil sorprenderse por la presencia de una fauna esquiva y sorprendente -algún arruí, garduñas, tejones, jabalíes,... y entre la gran variedad de aves, el águila y el búho reales-.

Las vistas

Arriba nos espera una impresionante panorámica del valle y de los Filabres: Monteagud, las canteras de Macael, el Alhamí, la omnipresente Tetica; pueblos blancos aferrados a las pendientes y los que se expanden por el valle.



LA LEYENDA DE LA SIERRA(*)
En 1492 se decretó la expulsión de los judíos, quedando éstos obligados a abandonar los reinos de Castilla y de Aragón en un plazo de tres meses, con la prohibición de llevar consigo “bienes de oro y plata, ni moneda, ni otras cosas vedadas”. Así pues, debían malvender sus propiedades con la única opción del trueque. El provecho que debieron sacar sus vecinos cristianos no debió ser pequeño en tales circunstancias.
Pues bien, la leyenda cuenta que muchos de los judíos obligados a abandonar sus tierras no se arriesgaron a perder el valor de sus bienes metálicos, para lo cual ocultaron sus tesoros en cuevas u otros lugares de difícil acceso con la esperanza de recuperarlos cuando las circunstancias fuesen más favorables y se les permitiese volver. (Ya había ocurrido en otras épocas: a una periodo de persecución le seguía una etapa de tolerancia y convivencia.) Pero esta vez se cerró el ciclo, no volvieron los judíos a pisar las españas, y sus tesoros quedaron enterrados.
Con el correr del tiempo, los azares del destino propiciaron que algunos de esos tesoros salieran a la luz (pastores que al refugiarse en una cueva ven un brillo en la oscuridad; vírgenes o santos revelando el escondite;...), y para dejar memoria de tales hechos se bautizaron a estos lugares como “del tesoro” (el cerro, la cueva, el barranco,...), rescatando para ello la palabra en el idioma de los judíos, bien como burla a éstos, o como mera descripción de su origen.
La historia pudo haber ocurrido en estos lugares, y haber sido transmitida por los moriscos de la zona; o quizá fue importada por los repobladores del siglo XVI que renombraron los accidentes geográficos con topónimos de sus tierras de origen. Sea como sea, quien bautizó al Maimón supo ver en este lugar el perfecto escenario para la leyenda.
Que existiera en algún momento el oro, que haya sido encontrado, o que se trate de un cuento ingenuo quizá sea lo de menos: hay un tesoro que sigue ahí arriba y, para quien sepa verlo, hay muchas formas de disfrutarlo.

(*)Esta es la versión que he sido capaz de desentrañar; cualquier aportación de personas que conozcan otras versiones de esta historia será bien recibida.

1 comentario:

  1. Poder contemplar estos parajes es el verdadero tesoro: latente, sereno... Esperando al espectador/a para ofrecerle su belleza.

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